viernes, 10 de diciembre de 2010

Envejezcamos juntos o bien, no prometas amarme para siempre.


–¿Ves cómo yo tenía razón?
–¿De que hablas?
–Nunca creíste que íbamos a estar para siempre enamorados… 
–No, no lo hice; pero…

Nunca te dije que te amaría para toda la vida…
Ay, mi amor… 
Nunca juraste adorarme toda la vida, 
Nunca hicimos promesas como esas… conociéndome; conociéndote a tí.
Nunca pensamos que nos atraparía el amor, volubles como éramos.

Y así, paso a paso, sin decirnos una sola palabra;
poco a poco los sentimientos se deslizaron entre nuestros cuerpos felices y mezclados.
¿Cuántas palabras de amor?

Nunca hubiera pensado que te iba a querer por siempre… 
Ay, mi amor…
Nunca pensamos que podríamos vivir juntos y no aburrirnos,
despertar todas las mañanas y sorprendernos de estar tan felices en la misma cama,
Deseando nada más que el banal placer de sentirnos tan bien de estar juntos.

Y así, paso a paso, sin decirnos una sola palabra;
poco a poco, nuestros sentimientos nos han atado a pesar de nosotros mismos, 
nos han atado para siempre…
Sentimientos más fuertes que cualquier palabra de amor, conocida o sin conocer…
Sentimientos tan salvajes y tan fuertes; sentimientos que no hubiéramos creído posibles antes… 

Nunca prometas quererme de por vida, 
No hagamos ese tipo de promesas, conociéndome, conociéndote a tí.
Mantengamos la idea de que nuestro amor será corto y dulce…

 –Ya lo sabremos cuando estemos muertos. En sesenta años, sabremos si estuvimos enamorados para siempre.
–Eso no es verdad; yo se que te amo… pero no estoy segura de tí…
–¡Te amo, de verdad te amo!
–Bueno, pronto lo sabré.


No prometas amarme de por vida, no hagamos ese tipo de promesas; mantengamos la idea de que nuestro amor será corto y dulce… 

No hay comentarios: